Traducido por
Eva Gracia Morales
Publicado el
2 mar. 2018
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Un momento de meditación en Loewe

Traducido por
Eva Gracia Morales
Publicado el
2 mar. 2018

Un tiempo de calma en el desfile de Loewe dentro de la frenética y siempre repleta de encuentros pasarela de París. El público se escabulló de la lluvia y se acomodó en las oficinas centrales de la Unesco para asistir a la presentación de la última colección de Loewe, la firma asentada en Madrid que cuenta con Jonathan Anderson como diseñador.


Loewe - Fall-Winter2018 - Womenswear - Paris - © PixelFormula


Una banda sonora de lo más relajante y una invitación que mostraba a una joven vestida con una camisa de cuadros y un sombrero de paja leyendo 'Don Quijote' sentada en un sillón. Copias de otras novelas clásicas, desde ‘Madam Bovary’ a ‘El corazón de las tinieblas’, estaban colocadas, en su lengua original, en el asiento de cada invitado. Sin embargo, las cubiertas de los libros simulaban portadas antiguas de Vogue Italia fotografiadas, eso sí, por Steven Meisel, el maestro del retrato que siempre dispara las campañas de Anderson para Loewe.

“Le sugerí a Steven que eligiera una portada que encajara con el título. El clasicismo siempre está ahí y no tienes por qué huir de él, a veces solo hay que cambiarle la cubierta. De todos modos, me gustaba la idea de republicar un libro en su lengua original. Trae cierta calma”, dijo Anderson en un concurrido backstage.

Y el casting fue calmado tranquilo, prácticamente en su totalidad envuelto en dramáticos abrigos. De un gabán de lana de oveja con costuras a la vista y línea A y con un estampado en zigzag a gabardinas de cuero y de color verde taiga o bellas americanas cruzadas de piel de cordero. Muchas modelos llevaron también enormes mochilas con tres bolsillos, lo mejor para transportar los pesados libros de Cervantes.

“Es invierno y quería centrarme en el abrigo y los choques de texturas. Cuero y algodón que se cruzan con el raso o que terminan con ribetes de piel. Esto va sobre la fragilidad, sobre trabajar con nuestro ADN e incrustarlo en las prendas”, explicó Anderson.

El diseñador siempre apuesta por lo poco convencional. Sirvan como ejemplo su serie de extrañas mangas acordonadas, que hacían parecer la piel vendada; sus chaquetas de pata de gallo cortadas sin solapas o sus mangas jesuitas que terminaban pasada la punta de los dedos.

Pero la fuerza creativa del diseñador norirlandés siempre serán sus vestidos, que tan pronto son como el blanco que vestiría una maestra victoriana o como la maravillosa prenda compuesta por distintas capas de lazos.

La puesta en escena fue, como siempre, impecable. Los invitados se sentaron en reproducciones de sillas Godwin, que tendrán una segunda vida en la creciente red de tiendas de Loewe y junto a las paredes se instalaron esculturas abstractas y una enorme chimenea hecha a mano traída específicamente para el desfile.

Como habíamos dicho, todo calma y meditación. 
 

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